sábado, 13 de septiembre de 2014

desde el tren. 13 de septiembre.




Buen día nos de Dios. ¡Dios está aquí! Aparte de ser una alegre y motivadora canción que se entona en celebraciones litúrgicas, eucarísticas, convivencias es una realidad palpable porque es verdad, porque es cierto, porque es así: ¡Dios está aquí! 

Y está aquí con nosotros, en nuestras vidas, en nuestro particular día a día como perfecto compañero de viaje, como apoyo perenne, como mano amiga, como Amigo fiel, sincero y leal en todo momento y ocasión. ¡Está aquí! Y esa es la mayor alegría, la mayor tranquilidad, la mayor esperanza que podemos tener pues Él nunca abandona a ninguno de sus hijos en la salud, en la enfermedad, en las alegrías, en las penas, en la riqueza y la pobreza, en la persecución, en la humillación, en el martirio y cuando la alegría nos viene dada y recibimos calor, afecto, cariño, amor.

Si, Dios está aquí aunque algunos quieran hacernos pensar que nos ha abandonado, que desaparezca de nuestras vidas porque su presencia es muy molesta para los poderosos de este mundo cada vez más materialista, cada vez más alejado de los valores que defienden el ser humano, que defienden la Vida y la entrega constante a los demás porque así Dios anida en nuestros corazones haciéndonos más dóciles, más mansos, más humildes, más cercanos a Él y a todos los demás.

¡Dios está aquí! Y no nos abandona porque somos nosotros los que lo abandonamos a Él cuando nos interesa o no nos interesa seguir sus postulados que transforman la vida en Verdad y Libertad auténtica y absoluta aunque estemos sitiados por intereses políticos, mercantilistas, financieros, materialistas que es lo mismo que decir; los intereses que maneja abiertamente el Mal.

¡Dios está aquí! Con todos nosotros y está para quedarse para siempre pues Él es el principio y es el fin y nada ni nadie puede a su inmenso poder que esparce a espuerta a los corazones que abren los suyos. El Poder de Dios no es otra cosa que Amor Absoluto y para recibirlo y ponerlo en práctica tenemos que hacer un verdadero ejercicio de humildad, abajarnos de tantos pilares porque ese Amor que recibimos después nosotros tenemos que darlo y donarlo a todos los demás, a los que nos quieren bien y no tan bien.

¡Dios está aquí! Y de ahí mi tranquilidad pues me encuentro seguro en Su Presencia. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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