Buen día no de Dios. La abnegación, la constancia, el trabajo bien hecho como camino hacia la santidad no está bien visto por una mundanal sociedad donde impera la diversión, el ocio y la despreocupación. Ayer me decía un buen amigo y hermano en la fe y en diversos apostolados que el santifica su vida por medio del trabajo y que el orden que guía su transitar diario en este mundo es Dios, la Familia y el Trabajo y por este orden concreto. Quien tiene a Dios por encima de todo y de todos cuida la Familia con esmero y dedicación y realiza su trabajo a la perfección sin importar injerencias extrañas e intoxicaciones adversas. Dios, Familia y Trabajo son el tridente de este buen amigo que hago mías porque en ellas se condensa un importante y veraz camino de apostolado, de evangelización. Debemos preguntarnos, ¿Por dónde van nuestros afanes? ¿Nuestros intereses chocan con la obra que Dios tiene preparada para cada uno de nosotros? ¿Cuál es la meta en mi vida? No podemos permitir que nuestro caminar por la vida sea un constante choque de trenes porque siempre habrá víctimas y nosotros seremos una de ellas. Si todo lo ponemos en manos del Señor, nos apoyamos en nuestra Madre Celestial, y nos dedicamos con abnegación a nuestras Familias y seres queridos, a nuestros trabajos, a nuestros apostolados, nuestro caminar será certero y fiable a los ojos de Dios, que es lo primordial, y a los ojos de los hombres porque estaremos dando verdadero testimonio de lo que somos: Discípulos de Cristo. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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