Buen día nos dé Dios.
Sábado de Pasión, preámbulo de un nuevo Domingo de Ramos, de una nueva Semana Santa.
Días para vivir desde la intensa Pasión de la Fe. Días para catequizar por medio de las Estaciones de Penitencia, de los actos litúrgicos que se celebren. Días para prepararnos para vivir la Gloria de la Resurrección a la que gracias a Cristo estamos llamados.
Estos días han sido duros por la pérdida de Conchita, madre de Hetepheres, a la cual también debo reconocer quería como a una madre pues siempre me trató como un hijo. Me confío mucho y entregó desde el corazón lo más preciado que tengo a mi lado que es mi mujer.
Pero también me dio un verdadero testimonio de vida cristiana, de entrega a Jesús Eucaristía, a la Madre Iglesia. A pesar de la edad que tenía y los achaques propios de la misma escuchaba, disfrutaba, gozaba, se extasiaba con su Misa así como rezando el Rosario. Siempre con el rosario en la mano, siempre con una oración en los labios, siempre dispuesta para todos porque estándolo estaba sirviendo a Dios al que quería sobre todas las cosas.
Ella se marchó a la Casa del Padre finalizando la Cuaresma y ya está disfrutando de la Gloria de la Resurrección.
Por eso hoy mi reflexión es muy íntima, muy especial y a la vez muy contundente. Fijémonos en el testimonio de esas personas que tenemos tan cerca que nos muestran día si y otro también el camino porque la meta tiene que llegar y es mejor hacerlo no cansado, hastiado sino fuerte para recibir el inmenso abrazo de Dios.
Feliz y santo Sábado de Pasión.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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