jueves, 15 de marzo de 2018

15 de marzo. Mi personal confesión...

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Buen día nos dé Dios.
Hoy he estado hablando con una buena amiga de varios temas que me han hecho reflexionar y me he dado cuenta algo que llevo a gala desde hace mucho tiempo, desde que Dios me diera esta segunda oportunidad y en la mesa del quirófano quedara lo innecesario que envolvía mi vida.
Sí, soy de los que abominan de los primeros puestos, de las medallas, los tratamientos, las alabanzas, el regodeo, el protagonismo estéril que a nada bueno lleva. Sí, cada vez me alejo de la fanfarria, cada vez me gusta disfrutar más de esa soledad buscada, y encontrada, para así disfrutar de lo bueno de la vida con las personas que en verdad quiero y me quieren no por ser "importante" sino por ser simplemente yo.
Reconozco que casi siempre estoy metido en muchos frentes pero no como protagonista sino como necesario puente para que bonitos proyectos se lleven acabo y hagan realidad. En verdad es la hora de los demás porque la mía ya lo fue y aunque esté en la medianía de mi vida sé que he sido, donde estoy y adonde me gustaría dirigir mis pasos.
Sí, me gusta ser director de orquesta, hacer que todos los instrumentos suenen creando una armoniosa melodía pero después se baja y desaparece dando el protagonismo real a quienes en verdad lo tienen.
Me gusta el último banco, esos sitios alejados de honores que casi siempre son impostados, me gusta pasar desapercibido y aunque por mis opiniones, porque en muchas ocasiones estoy en la esfera pública pues yo todo lo que digo y escribo lo firmo y doy la cara pues pienso que el anonimato es cosa de cobardes, de gente de poco fiar, cuando llega la primera oportunidad me quito del medio, desaparezco y procuro que me envuelva el olvido.
La vida es demasiado sencilla para estar metidos en tantos fregados que en verdad no solo no ayudan sino que a la larga nos van destruyendo.
Le dejo el "figureo", el "postineo", el "gañoteo" para los que quieran, para los que sirvan, para los que no pueden sin eso vivir y yo me quedo en la lejanía de ese mundo que existe a mi alrededor, esa lejanía donde todo se ve de distinta manera, esa lejanía que hace que valore a personas que me tienen que enseñar tanto, personas sencillas, humildes, llenas de valores y con un gran corazón. Prefiero mil veces el silencio profundo y sereno de un pastor ante su rebaño que la perorata del que se cree sabio y solo se habla para sí mismo en un "yo, mimé conmigo continuo".
Le dejo este mundo de focos, fotos, grandes escenarios, halagos, alabanzas, aplausos a los que hacen de su vida una obra de teatro que yo me quedo aquí, en ese silencio, en esa buscada soledad donde no se está solo pues tienes a Dios contigo y a todos los que en verdad te quieren, los que te valoran no por lo que has sido sino por ser simplemente quién eres.
Feliz jueves.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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