lunes, 11 de septiembre de 2017

11 de septiembre. Todos tienen derecho a un nuevo amanecer.


Buen día nos dé Dios.
Vivir en la noche oscura donde solo habite el resentimiento, la duda, el rencor, la incapacidad de perdonar, la incapacidad de ser Feliz pues siempre se está maquinando lo que ese me hizo o me dejó de hacer debe ser muy dura y pienso que los que ahí habitan tienen por fuerza que sufrir mucho.
Y la vida no es eso, no debe serlo, porque eso no es vivir sino estar muerto aunque te lata el corazón y respires.
Estar muertos en vida es desaprovechar un tiempo que no tenemos y del que no somos dueños. Estar muerto en vida es hacer que los estertores de esa maldad que puede habitar en el corazón lleguen a los demás que se convierten en víctimas propiciatorias de la negra noche donde el corazón habita.
Quién no ha sufrido en sus carnes, en su corazón, en su personas y sentimientos los arañazos que propinan los que basan su vida en una inagotable sed de venganza?
Quienes no han quedados sorprendidos ante los arañazos del Mal en cuyo zarpazo ves reflejado un rostro que te es muy conocido y que al final compruebas con pesar que en verdad no le conocías de nada?
Tengo muchos de esos arañazos para que os voy a engañar y si antes me rebelaba buscando el "ojo por ojo..", ya hace mucho que dejé entrar a Cristo en mi corazón, que ando perdidamente enamorado de Jesús que es el único Camino que lleva a la Verdad y a la Vida, que inunda mi corazón de Amor hasta llegar a ablandarlo y hacerlo sensible, el que me dice que para conseguir Amar según sus designios tengo que ser de verdad manso y humilde de corazón, que debo cargar con mi cruz porque haciéndolo encontraré mi descanso en Él y teniendo a Cristo de mi lado a quién debo temer.
Por eso rezo por los que viven en la noche eterna, los que se alimentan y retroalimentan con el Mal pues también ellos tienen derecho a ver la Luz, impregnarse de la Palabra, del Amor de Dios y ser capaces de abrir sus cegados ojos ante un nuevo y precioso amanecer.
Reza conmigo para que así sea.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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