Buen día nos de Dios.
Hoy el día ha despertado con tintes románticos llenos de melancolía.
Cómo un visillo no muy tupido aunque se hacía notar nos envolvía pinceladas de niebla haciéndonos ver que el otoño es un hecho y que el verano alegre y caluroso forma parte ya de nuestra pasado más reciente.
Pasa el tiempo y pasa sin detenerse. Al final los que acaban deteniéndose somos nosotros pues los días unos tras otros se van sucediendo sin parar.
Y es en días como estos cuando se nos apetece sentarnos y pensar, recapacitar, preparar nuestra agenda vital teniendo bien claro que él único que escribe en ella es su dueño, es Dios.
En días con visillos de mezcolanza y romanticismo es cuando hay que parar para contemplar y ver que hay que cambiar, que potenciar y eliminar de tu vida, de tu auténtica realidad.
¡Qué nos cuesta hacer un profundo examen de conciencia! ¡Qué nos cuesta arañar nuestra propia conciencia pues a lo mejor nos encontramos con sorpresas y puede que no tan agradables!
Pienso que en demasiadas ocasiones cerramos los ojos para no ver nuestra propia alma. Nos da miedo el conocernos o llegar a vernos tal cual somos en realidad.
Para emprender el camino hay que ir ligero de equipaje y eso se hace quitando el molesto lastre que no nos deja avanzar.
Ver lo que nos lastra o lo que no se ve con claridad en estos días otoñales con visillos de romántica melancolía que nos regala el Señor.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
Quiero hoy especialmente dedicar esta reflexión a mi querido y buen hermano Mauricio Traeger.
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