domingo, 13 de septiembre de 2015

desde el tren. 13 de septiembre. Prefiero...



Buenos días Villaluenga.

Buen día nos de Dios.

Hoy ya se acaban, por ahora, estos días que hemos podido disfrutar en y de mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario pues mañana empieza de nuevo la santa rutina con las obligaciones laborales, que hay que dar gracias a Dios de tenerlas en unos tiempos de sequía en cuanto al trabajo, además de las obligaciones propias que habrá que atender.

Es bueno y necesario hacer un paréntesis en el camino, parar, pisar el necesario freno, decir cuando empieces a notar los indicios de hastío y cansancio: ¡Hasta aquí hemos llegado!

Sé por experiencia que nadie es imprescindible tan solo en el mejor de los casos necesarios en un momento puntual de la vida, sé por experiencia que cuando todo te absorbe al final dejas de lado y olvidado lo realmente importante y cuando te quieres dar cuenta ya no lo puedes recuperar.

Sé por experiencia que frenar a tiempo no es una derrota sino una honrosa victoria para los tuyos y también para ti.

Estamos llevando una vida que en la mayoría de los casos nos es vida y más cuando llegan estas fechas de comienzo de curso en todos los aspectos donde todos nos obligamos con obligaciones de lo más variopintas y nos empeñamos en no otorgarnos ni un segundo de descanso.

Disfrutamos de nuestras familias los fines de semana pero como ya nos hemos acostumbrado a vivir de forma frenética queremos hacer en apenas dos días lo que no hemos hecho durante días, semana e incluso años.

Con tantas obligaciones nos falta el necesario diálogo con nuestros cónyuges, hijos, padres, familia, amigos y eso va haciéndonos cada vez más solitarios, individualistas, oscuros, taciturnos y cuando llegamos a casa y nos acostamos unas breves horas para empezar de nuevo no queremos pensar lo que estamos perdiendo en el camino y nos consolamos que si no fuera por nosotros que sería del mismo mundo.

También fui de esos hasta que Dios fue inmensamente generoso y me enseñó la realidad de la vida, me puso frente a la pared de la misma realidad y entonces todo cambió.

Atiendo con rigor mis obligaciones laborales, con pasión mi apostolado por medio de mi blog, artículos y de cuando en cuando por medio de la palabra pero lo demás no es que no me interese es que no le presto ni atención.

Prefiero perderme en la montaña con mi mujer y estar horas caminando en medio de charla, convivencias, risas o pararme para observar lo majestuoso de la obra de Dios, en una buena tertulia con mis amigos y vecinos, escribiendo o tomando una copa que de reunión en reunión que te ocupan demasiado tiempo y al final nada sacas en claro.

Prefiero rezar ante Dios en el Sagrario un tiempo sin determinar pues la relación con el Señor no se puede medir mediante un reloj que cronometre la visita como si de un enfermo se tratara.

Prefiero cenar en la máxima intimidad y en soledad con mi mujer hablando de todo, de nada, de lo infinito y de la realidad que nos rodea sin pensar que es lo que tengo que hacer mañana.

Prefiero vivir a ser un autómata sin vida donde después del trabajo me enfrasco en mil obligaciones que me obligan a no vivir...

No me veréis en muchas mesas, salvo en lo laboral, ocupando cargos y responsabilidades varias y si caminando senderos de la vida con la compañera de camino que Dios ha puesto en mi vida que esHetepheres y viviendo para vivir con y en el Señor.

Lo demás se lo dejo a los demás que más pronto o tarde también se darán cuenta de la realidad de la vida. El momento no es nuestro es simplemente cosa de Dios.

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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