miércoles, 16 de septiembre de 2015

desde el tren. 16 de septiembre.



Buen día nos de Dios.
Reconozco que soy un enamorado de la claridad, de la luz, del amarillo del sol y que el gris que hoy alumbra nuestros cielos me hace más taciturno, más apagado donde casi todo cuesta un poco más.
Y hoy pienso por qué los días pasan tan rápidos cuando me encuentro en mi bendito pueblo de Villaluenga del Rosario y se hacen tan eternos cuando estoy lejos de él.

Es cuando uno se encuentra en Casa, en el hogar, te sientes resguardado y protegido a la vez que tranquilo pues sabes que esa casa, que puede ser un lugar, es en definitiva tu vida más íntima y a la vez que especial.
Es necesario tener un hogar cuando estamos siempre en camino.
Nuestra vida, salvo que Dios disponga otra cosa, es un continuo peregrinar donde tenemos que ir al sitio que tengamos encomendados o se nos reclame porque el cristiano debe tener siempre el equipaje preparado teniendo presente que se necesitan pocas alforjas por muy largo que pueda ser el camino si contigo va el Señor.
Y caminar en días soleados, grises, fríos, calurosos, lluviosos o nevados aunque siempre seguir caminando en pos de Jesús que es nuestra auténtica cruz de guía.
Todos somos peregrinos que peregrinan por los andurriales de la vida sabiendo que en la misma hay muchos albergues aunque un sólo Hogar: El que nos tenga preparado el Buen Dios.
Y ese hogar en este terrenal mundo para mi es donde soy y me encuentro tan feliz, donde descanso del camino y curo las heridas de la última batalla.
En este día gris donde las nubes forman un uniforme y exclusivo tapiz donde camino por las calles de mis orígenes pido al Señor fuerzas para seguir caminando y así de esta manera tan particular seguir haciendo su voluntad.
Dos imágenes que se dan la mano: La Isla de San Fernando y Villaluenga del Rosario. Dos lugares en el mundo que son un auténtico regalo del Señor.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.




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