Buen día nos de Dios.
Todo lo que se haga por la Santísima Virgen bien hecho está.
¿Cuántas veces nuestro propio orgullo nos hace no apoyarnos cuando no podemos más?
Es el orgullo y también la soberbia lo que hace que nos engañemos a nosotros mismos poniendo toda clase de excusas para no sólo no ver sino huir de la realidad.
Es el orgullo y la soberbia lo que hace que abandonemos a personas queridas por no se qué asunto del pasado que lastra nuestro presente y mina nuestro futuro.
Es el orgullo y la soberbia los que nos hacen ser desgraciados y sentirnos infelices.
Y si el orgullo y la soberbia nos aleja de personas que son queridas es porque antes hemos abandonado a Cristo y Su bendita Madre.
Cuando Jesús nos pide mansedumbre, humildad, entrega y desprendimiento para seguirlo, para anunciar el Reino de Dios es una invitación que no deberíamos aparcar sino tomar muy en cuenta.
Con la ayuda de Dios y de Nuestra Madre de los Cielos, Tierra, de la mar y montaña podremos ir madurando en la fe, con necesarias podas, y consiguiendo llegar a ser cada vez más mansos y humildes de corazón, de espíritu, de alma.
Y viviendo en la humildad, la sencillez, la mansedumbre te importa poco lo que te puedan decir, insultar, perseguir por ser de Cristo porque Él vale en todo momento y también ocasión.
Y viviendo en Cristo eres capaz de perdonarte que es el primer paso para llegar a perdonar a tu semejante, a tu prójimo.
Y siendo de Cristo también lo eres de su Madre que también es nuestra.
Estamos a unas horas de entrar en octubre que es el mes del Rosario.
Pensemos que cuando llevamos el rosario en nuestras manos llevamos el peso y el calor ardoroso de la fe.
Nunca olvidemos que tiempo que dedicas tu tiempo a rezar lo ganas aquí en la tierra como en el cielo.
Santísima Virgen del Rosario: ¡Ruega por nosotros!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.