Buen día nos de Dios. Hay palabras y actos que nos pueden destrozar anímicamente, hacer que nuestros corazones no vuelvan a confiar en los demás porque el dolor, el sufrimiento, la impotencia de no poder hacer nada para que brille la justicia pues podemos hacer mucho más daño que el que ha nosotros nos han sometido. Entre esta última actitud y la primera existe un verdadero abismo que es la que separa el Bien del Mal. Hay personas que se acogen a su particular aforamiento de poder para fustigar, perseguir, eliminar, enderezar lo que a sus nublados ojos llenos de odio e inquina ven y que no les gusta. ¡Esto está pasando en demasiadas ocasiones por desgracia! Estos que se instalan en el pedestal de la relevancia social los cuales parecen de fiar aunque cuando te das la vuelta te clavan la afilada daga que tenían preparada para ti hacen y practican el Mal bajo una pose de buenismo impostado que a la corta o a la larga acaba por caer la fina máscara con la que están cubiertos. El que hace el Mal y lo hace plenamente consciente está ofendiendo e hiriendo gravemente a Dios, destrozando a sus víctimas y aniquilándose él mismo porque no olvidemos que todo en esta vida se paga porque nuestro Padre Celestial es inmensamente misericordioso aunque también, ¡¡Justo!! Pero nosotros los que somos aspirantes a discípulos de Cristo no podemos ni debemos responder al Mal con más Mal sino hacer justo lo contrario que los indeseables piensan de nosotros. Aunque nos duela el alma por las ofensas, por las humillaciones, por las amenazas, por las persecuciones siempre hemos de rezar profundamente por esa persona que tanta maldad ha trasladado a nosotros, perdonar como hizo Jesús clavado en la Cruz habiendo sido martirizado de forma inhumana y devolver a cada corte hecho por ese afilado puñal un gesto del Amor y de la Caridad que tanto gusta a los ojos de Dios porque, como decía la Hermana Cristina de Jesús Sacramentado que está en proceso de canonización, cuando un inocente es agraviado y no se defiende Dios hace que hasta las piedras hablen por él. Nadie tiene tanto poder como para enfrentarse al inconmensurable Poder de Dios que defiende y protege a todos sus benditos hijos y sobre todos los que sufren y están perseguidos. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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