Buen día nos de Dios. Hoy Jesús nos hace un llamamiento para que nuestros corazones sean de verdad mansos y humildes pues siéndolos encontraremos en Él nuestro descanso. Pero, ¿Ser mansos y humildes nos cuesta tanto? Estamos instalados todos en nuestros pedestales de orgullo y soberbia que hace que en más de una ocasión miremos a los demás por encima del hombro y sintamos enaltecernos nosotros mismos. Estamos en un mundo donde te valoran por lo que eres y no por quien eres o lo que haces. Dice un dicho popular que si quieres conocer al fulanito dale un carguito, yo diría más: Si quieres conocer a alguien tócale su orgullo y según responda así es en verdad. La soberbia, el orgullo, la petulancia que en demasiadas ocasiones embarcamos nuestro ser no lleva a ningún sitio sino a "nuestro" mundo irreal en el cual solo nosotros tenemos cabida. El vivir nuestro día a día con dosis de mansedumbre y humildad es una valiosa enseñanza que te va indicando Dios con obras, palabras y pruebas. ¡Las necesarias pruebas que debemos ir pasando para pulir nuestro ser hacia la perfección con la que nos quiere nuestro Padre Celestial! Vivir en humildad y mansedumbre es olvidarte de ti para dedicarte a los demás, es no darle importancia a los puestos y cargos que desempeñes sino que estos sean un medio privilegiado para servir. El verdadero poder no es el que se ostenta para tu bien sino para el bien de todos a los que comúnmente llamamos "los demás". ¡Cuánta mansedumbre y humildad hace falta a diario en nuestro terrenal mundo! De verdad, hermanos, no nos creamos nada ni nadie porque somos lo que somos gracias a nuestro Bendito Padre Celestial que hace de nosotros unos valiosos instrumentos para hacer llevar el Reino de Dios a todos los lugares sin condición y el que crea otra cosa nada a contracorriente y contra todo sentido. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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