Buen día nos de Dios. Con odio y rencor no caminamos sino al abismo. El odio nos hace infelices en primera instancia y hace daño al que tenemos al lado nuestra que no tiene culpa alguna de lo que nos pasa. Vivir con recuerdos que ciegan nuestras almas es lo peor que nos puede suceder porque nos hace estar intranquilos y con inmensas dudas. El odio crea dudas internas como externas pues consideramos enemigos a todo el que no piense como nosotros. ¿Te has parado a pensar en lo que en realidad pensamos nosotros? ¿Tenemos razón en todo o nuestra opinión fluctúa según nuestras propias apetencias o nuestros intereses? El interés crea rencores que se convierten en odios y esa es una actitud impropia del cristiano. Nosotros, en cambio, debemos poner nuestros afanes en el Señor ofreciendo cada paso que damos, consultando cada duda que generemos, meditando cuando en nuestro ánimo aparezcan signos visibles de malestar y de dolor que pueda ocasionarnos el desagradable mal de odiar a nuestro semejante. Si somos discípulos de Jesús que es todo Amor no podemos permitirnos el lujo de odiar, de tener rencor, de hacer el mal a nadie por más que ellos nos lo hayan hecho a nosotros. Ser de Cristo es perdonar sin límite, amar sin límite, abrazar sin límite. Cuando lo hagamos sentiremos en nuestras almas la inmensa paz que nos proporciona el Señor y entonces viviremos de la única manera que conocemos: Amando a los otros al igual que nosotros queremos y necesitamos ser amados. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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