sábado, 10 de mayo de 2014

desde el tren. 10 de mayo. A mis hermanos del Continente Americano.

Buen día nos de Dios. Hoy quiero con mi meditación traspasar el mar y dedicarlas a mis hermanos del Continente Americano por convertirse en estos momentos de la historia en unos discípulos que impulsan a diario la evangelización en todo momento y situación sin importar nada más que Cristo Jesús y el Corazón Inmaculado de María. Dios nos ha dado un tesoro inmenso que es poder propagar su Palabra, anunciar Su Reino por todos los rincones de la Tierra. En esta misión nos encontraremos muchos límites, muchas persecuciones en las que tendremos que dar hasta el último aliento para desempeñar la encomienda que nos ha hecho nuestro Padre Celestial porque hay demasiados interesados en que Dios nos llegue a los que no lo conocen y que viven angustiados por la tristeza, el vacío y la angustia. El dar a conocer a Jesús es dar conocer el Amor que Él siente por cada uno de nosotros y que nos enseña a Amar de esta manera a nuestro prójimo. Si el Reino del Amor conquista el mundo será muy difícil que existan las guerras, los secuestros, las persecuciones, el hambre, las desigualdades, la pobreza... Esta es la inmensa misión que Dios nos ha encomendado y aceptarla es consentir que nosotros somos válidos instrumentos en sus manos. Hoy esta reflexión tiene una dedicatoria especial de unos hermanos que a diario me enseñan e impulsan mi pequeña labor evangelizadora con esto no quiero decir que me olvide de los cristianos, de los católicos, de África, Asia y otras partes del mundo que tan mal lo están pasando por vivir su fe según los designios del Señor y que les dedicaré, D.m., otra particular reflexión que me salga del alma con ayuda del Espíritu Santo. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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