Buen día nos de Dios. En el silencio solo roto por el silencio se puede rezar, dialogar y escuchar más nítidamente a Dios. Muchos temen el silencio porque temen escuchar sus propias conciencias, muchos no les gusta el silencio porque abre puertas que creían y querían cerradas, muchos temen el silencio porque les apabulla la realidad. Tenemos que valorar en su verdadera dimensión el silencio porque en él nos encontramos y podemos depurar aquello que no nos guste, que nos sobra y perjudica. El silencio es un aprendizaje que nos lleva a vivir cada vez más la pureza de la libertad que da la Verdad de la Fe. En el silencio hablamos y escuchamos a Dios sin interferencias. Debemos buscar y perfeccionar en el silencio porque el ruido y las perturbaciones no solo nos llegan del exterior sino desde nuestro propio interior. Cuando cesan las voces que nos gritan hasta hacernos ensordecer entonces y solo entonces podremos escuchar al Señor en su verdadera dimensión y grandeza. Una vez un buen amigo me dijo que ponerse delante de Jesús Eucaristía cobijado en las paredes del Sagrario en la máxima soledad y extremado silencio es para personas que están preparadas para quedarse a solas con Dios. Creo que todos estamos capacitados si somos capaces de asumir lo que somos y hacer todo lo posible por encontrarnos con Cristo. Sabernos hijos de Dios es la mejor lección que podemos aprender para nuestras vidas y para nuestra particular historia de salvación. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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