Buen día nos de Dios. ¡Cuantas tentaciones tenemos al día y cuantas veces caemos! Puede ser que en nuestra intención, en nuestra actitud no esté el caer, el perdernos un trecho de nuestro camino por la tentación. El Maligno conoce nuestras debilidades y sabe que puede sacar provecho de ellas y solo nosotros podemos desechar su amable invitación para pecar, para dejar de ser por unos momentos unos buenos hijos de Dios. En conocer la inmensa Verdad que nos ofrece a cada instante el Señor, en profundizar en Su Grandeza, en orar siempre y en todo lugar, en alimentarnos con el Cuerpo Eucarístico de Jesús, en pensar sosegadamente que antes está nuestra salvación que todas las apetencias del mundo está nuestra negativa al diablo y sus tentaciones y encaminarnos rectos por el camino sencillo y duro de ser coherentes con la fe. No esperemos que las tentaciones que nos ofrece el demonio todos los días son de rasgar la tierra a nuestros pies para caer de bruces en el infierno. Se componen de pequeñas cosas, pequeños detalles que nos aleja, voluntariamente, de Dios y nos acerca a la destrucción haciéndonos más egoístas, más ególatras, más mundanos, más materialistas, menos felices. En comprender nuestra realidad esté el hecho de querer o no caer en las tentaciones y no olvidemos que estas pueden venir de cualquier forma y modo, incluso de la mano de ese amigo que no lo es en realidad y que no quiere para nosotros el bien. Nosotros, siempre con la ayuda de Dios, decidimos, tenemos la última palabra. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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