Buen día nos de Dios. Inmersos en estas fechas donde el carnaval se apodera de las calles y con él la desproporción de gestos y actitudes más dispares de lo que es la normalidad. Todos los excesos son perjudiciales pues terminan en hartazgo. Hoy aprovecho este particular recorrido "desde el tren" para defender la normalidad. Vienen bien lo extraordinario aunque lo que nos caracteriza nuestro día a día es la normalidad de usos y costumbres. Tenemos que hacer, por nuestra vida de fe, lo imposible para que en esa normalidad entre la práctica religiosa: Orar, visitar el Sagrario, celebrar la Eucaristía, confesar nuestros pecados, ser coherente entre lo que se piensa, se dice y se hace pues nuestro testimonio es el mejor aval que tenemos ante Dios y el resto de nuestros hermanos. ¿Qué hay nada más extraordinario que vivir en Cristo con toda normalidad? Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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