Buen día nos de Dios. ¡Qué nos gusta llevar la contraria! ¡Qué nos cuesta obedecer! Siempre creemos tener razón y siempre queremos decir la última palabra. Parece que se instala en nuestras vidas eso de "y yo más". ¡Qué alejado está esto de los designios de Dios! La obediencia es parte intrínseca de nuestra propia humildad. Obedecer aunque no veas pero sabes que es justo es un acto de coherencia personal ante la propia vida. Lo que no puedes es obedecer para cometer un acto impuro, lleno de maldad porque estaríamos haciendo daño y también condenandonos. El perfecto ejemplo de obediencia lo tenemos en San José que lo hizo ante las palabras del ángel cuando le anunció que el Hijo que esperaba su esposa Maria era del Espíritu Santo. San José asumió la situación y obedeció los designios de Dios y fue un gran marido y padre terrenal de Jesús. Qué sepamos ser obedientes, ser buenos hijos, mansos y humildes de corazón. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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