Buen día nos de Dios. Muchas veces paseando por el casco antiguo de un pueblo o ciudad, en el campo o en cualquier aldea sentimos una paz de espíritu que nos embriaga y nos sosiega y nos decimos a nosotros mismo que esa sensación tiene que ser lo más parecido a la eterna felicidad. ¡No vamos desencaminados! Esa es la felicidad aunque la que es eterna será multiplicada por mil. Es la misma que sentimos cuando estamos frente al Señor en el Sagrario. No os ha pasado que cuando nos arrodillamos ante Él sentimos que nuestro cuerpo dice: ¡Hasta aquí hemos llegado! Ya no hace falta más esfuerzos, más sacrificios, más trabajo porque hemos alcanzado el oasis prometido en el desierto que en demasiada ocasiones nos rodea. Qué podamos experimentar en muchas ocasiones esta agradable sensación de bienestar porque será señal de que estamos muy cerca del que es todo Amor. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario