martes, 30 de abril de 2019

30 de abril. Todos contra todos...

La imagen puede contener: montaña, cielo, exterior y naturaleza

Buen día nos dé Dios.
Parece estar todo el mundo contra todo el mundo, parece que vivimos mejor llevándonos mal, parece que siempre estamos atentos a lo que hace el otro, lo que cobra el otro, los méritos y deméritos del otro pero no desde una actitud positiva sino malsana que nos va destruyendo a nosotros mismos.
Entre todos estamos creando una sociedad enfadada, crispada, malhumorada, que solo vive para si, que nadie le importas tú porque todos piensan en ellos y sus circunstancias.
Vivir así es una auténtica pérdida de tiempo y este aunque parezca lo contrario es muy escaso.
A mí me gusta pensar que la vida es más fácil de lo que nosotros mismos hemos planteado, que la vida adquiere otro sentido cuando compartes con los demás, cuando no te fijas tanto en lo malo de la persona sino en sus bondades, que nuestra existencia debería ser más de trato cercano, de atender al otro, de servir a los más desfavorecidos, de ser un humanista en definitiva.
Y dentro de ese humanismo más generalizado los que tenemos Fe debemos desarrollar lo que es el humanismo cristiano poniendo a Jesús en el centro de todo nuestro ser y pedirle nos guíe en el camino de la vida.
Se diferencia al humanista del que no lo es porque el primero da importancia a la persona, lucha por la dignidad del ser humano y no está tan al tanto de lo que crispa sino de lo que une.
Ser humanista cristiano es actuar con coherencia de vida defiendo lo que se haya de defender y apartarse cuando uno se deba apartar. Es servir como tu modo de vida, servir en todo momento, en toda ocasión, en toda circunstancia como fiel reflejo de lo que nos pide Dios a cada instante.
Si en vez de estar más pendiente de lo que gana el otro, del puesto que ocupa el otro, del coche que tiene el otro, estuviéramos más pendientes de las necesidades, de los sentimientos, de las inquietudes, de las preocupaciones, de los padeceres del otro, nos alejaríamos de la fuerte crispanción que nos rodea y viviríamos en el sosiego, en la calma, de los que viven en paz.
¡Feliz martes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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