Buen domingo Villaluenga.
Buen domingo nos dé Dios.
Poco a poco va transcurriendo la Cuaresma y cada cual sabrá en el modo y en la forma que la ha vivido y lo ha transformado de dentro para fuera.
En una Semana Domingo de Pasión que es antesala a siete días después de una nueva Semana Santa en la que participaremos con más o menos intensidad de los cortejos procesionales que se pongan en la calle, rezaremos frente al Sagrario en la tarde-noche del Jueves Santo así como la mañana del Viernes, asistiremos a los oficios, el que vaya, y otros no querrán para nada vivir lo religioso y se irán a disfrutar de esos días de santo o laico descanso.
Pero también en muchos países, en muchas parte del territorio, no podrán celebrar ni cultos externos como internos desde la normalidad pues viven su Fe perseguidos y con el solo hecho de manifestar sus creencias se convierten en carne de patíbulo.
Creo que no nos damos cuenta que aunque aquí, en el primer mundo, también sufrimos la lacra de la persecución, hay muchos hermanos nuestros que simplemente dan su vida por ser de Cristo.
¿Daríamos nuestra vida por ser de Cristo? Piénsalo tranquilo porque la preguntita se las trae. Hay muchas formas de perderla desde el martirio, la muerte más dolorosa hasta la muerte por infamia a tu dignidad, tu prestigio, tu honor, y así también la de tu familia. Es más fácil asesinar la dignidad de una persona que hacerlo con cuchillo, pistola en mano.
Por eso en este IV Domingo de la Cuaresma os invito a reflexionar con el salmo porque no olvidemos, no lo podemos olvidar, que si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha...
Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7 R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.
Contempladlo y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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