martes, 19 de marzo de 2019

19 de marzo. En el Día de San José...

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Buen día de San José nos dé Dios.
Tiene este día una hondura muy especial pues no solo se celebra la onomástica de tantas personas, algunas muy queridas, no solo se celebral el siempre comercial día del padre aunque en esferas más cercanas esté lleno de detalles íntimos de noble cariño de los hijos hacia sus padres. Es día de los seminaristas y también de algo que nunca nos acordamos o no nos queremos acordar: De la Buena Muerte.
En este último apartado quiero centrar mi atención en este día de San José porque siempre estamos hablando de la vida, de la nuestra ya que la de los demás no nos importa ni un pepino. Que si hacemos esto, lo otro, comemos aquí, jugamos al golf, el que lo haga, leemos, escribimos, charlamos, compartimos, criticamos, seguimos criticando, pues a la hora de jarchear hasta los que se creen ungidos por encima del bien o del mal les dan a la sin hueso a base de bien.
Sí, vivimos al día cada día, vivimos pensando en el viernes, en mañana que tenemos esto o lo otro, vivimos aunque no vivamos sino que hemos puesto nuestro "piloto automático" y seguimos hacia adelante porque el pasado parece que nos va pesando demasiado.
Queremos vivir, vivir y seguir viviendo pero ni por asomo pensamos que un día esto se acaba, el menos pensado, y si te he visto no me acuerdo...
La muerte se refleja en nosotros solo cuando mueren nuestros seres más queridos. En esos momentos el zarpazo del dolor traspasa el corazón hasta hacerlo sangrar. Con el pasar del tiempo, cada uno vive su duelo, se llega a cicatrizar, nunca curar porque eso sería el olvido, y entonces esa persona, a la que recuerdas con amor y gratitud, permanece en ti, en tus momentos, en tu memoria, cada instante de tu vida.
Y la muerte llega, nos llega, y hay que estar lo mejor preparado posible porque se puede decir que es el encuentro, la entrevista de nuestra vida, donde el Señor, que es Padre, nos preguntará no tanto por lo que seamos o hasta donde hayamos llegado sino cuantas obras de Amor hayamos realizado, cuanta misericordia hayamos practicado, cuanto perdón hayamos perdido y otorgado.
Dios solo quiere que vivamos nuestra vida en el Amor porque nos quiere de verdad y porque bien sabe que así es como se alcanza la verdadera felicidad, la que te hace libre aun estando en prisión, la que te hace sentirte bien a pesar de que todo parezca derrumbarse a tu alrededor.
Encomendemos nuestras vidas a San José, hombre Fiel, Prudente, de inmensa Fe, que Amó a Dios hasta las últimas consecuencias. Ojalá nos dé esa forma de creer, de vivir la Fe que aun no comprendiendo nada acogió los designios del Padre como lo mejor que podría pasarle. Encomendemos a los Seminarios y seminaristas, encomendemos a los enfermos, los moribundos, para que los acompañe en los momentos cruciales y también le podemos pedir que nos acompañe cuando estemos próximos a cerrar los ojos a este mundo.
Felicidades a todos los José, Josefas, María José, Pepe, Pepa, Pepita, a todos los seminaristas y también a los padres que hoy celebran su días con sus hijos.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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