Buen día nos dé Dios.
¿Quién eres?
¿Puedes contestar ciertamente a esta pregunta sin necesidad de exponer tu currículo vital?
La pregunta es muy concreta y no tiene un gran enunciado.
¿Quién eres?
Que escueta interpelación que necesitaríamos muchos minutos para poder enarbolar una respuesta más o menos plausible.
Pienso que esto nos pasa porque no nos conocemos, no hemos sido capaces de adentrarnos en nuestro interior, en nuestros sentimientos, en nuestros pesares, en lo que realmente somos y como somos en verdad. Ponemos mil pantallas de humos con tal de reconocernos tal cual somos y con eso creemos que hemos mitigado en algo esa espinosa cuestión.
¿Somos lo que hacemos ver a los demás o todo es una farsa?
Nos cuesta mucho mirarno al espejo, nos cuesta mucho mirarnos a los ojos, interpelarnos por dentro, pues puede ser que nos encontremos de golpe y porrazo con quién realmente somos sin paja ni cartón.
Pero este ejercicio de introspección personal es inmensamente necesario para encarar la vida desde la madurez.
Aunque te aterre la idea tienes que ponerte frente al espejo de tu vida y escudriñar en la misma. Sacar lo bueno que has hecho, también lo malo, sacar los sufrimientos, los pesares, los pesados fardos que han puesto tantos sobre tus hombros... Sacar los prejuicios, el maquillaje con el que has adornado tu propia vida, sacarlo todo, rebuscar sin miedo y entonces te encontrarás a ti mismo.
Es un paso muy duro pero muy necesario que se realiza con más facilidad desde el abrazo de la Fe. Dios que es Padre Bueno y Misericordioso está contigo siempre y también cuando tú te descubres a ti mismo pues para Él nada de lo que rebusques de tu vida le será ajeno.
Podrás decir que empiezas a vivir según tú cuando seas capaz de mirar lo malo que has hecho, que te pesa demasiado, y te des cuenta que ya no tiene solución. Ese es el momento de un justo arrepentimiento y también de perdonarte. Yo si me quiero querer me tengo que perdonar porque si no todo es imposible. El Sacramento de la Reconciliación es inmensamente primordial pues una vez perdonado de culpas también es más fácil tu propio perdón porque somos demasiado estrictos con nosotros mismos incluso cuando Dios nos ha perdonado.
Y una vez que te conozcas de verdad, que te perdones, empiezas por terminar queriéndote porque hay que quererse y valorarse así mismo si queremos cumplir el mandamiento del Señor de amar a nuestro prójimo.
Ese mirarte al espejo puede resultar devastador pero también te hace ser un hombre nuevo que mira al frente con Esperanza y al pasado con gratitud.
Si alguien me interpelara hoy preguntándome: ¿Quién eres? Mi contestación será demasiado corta: Soy un hombre Libre, que ama a Dios sobre todas las cosas e inmensamente Feliz. Tan simple y tan veraz como eso.
¿Quién eres? ¡Mírate al espejo ante de contestar!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
Jesús Rodríguez Arias
No hay comentarios:
Publicar un comentario