domingo, 21 de mayo de 2017

21 de mayo. La vida vista según la enfermedad.

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Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
Hoy la Iglesia tiene muy presentes a los enfermos y a los ancianos porque ellos en sus sufrimientos ofrecen a Dios grandes frutos.
Lógicamente no puedo hablar en clave de ancianidad porque todavía no he llegado a ese camino de tantas limitaciones y mucha plenitud porque nuestros mayores son el fiel testimonio de lo que hemos sido y ahora somos, porque sus esfuerzos han servido a los demás de forma clara y contundente.
Debo reconocer que me glorío hablar con los mayores de nuestro pueblo, de Villaluenga, porque en ellos está ese poso de sabiduría tan necesaria y que conociéndola entendemos todo mucho mejor.
Que la enfermedad no es un plato de gusto ya os lo digo yo pero hay que asumirla como compañera de viaje y no enemiga, hay que convivir con ella, hay que saber que ésta bien afrontada es un camino de santificación que nos llevará a la salvación final donde no hay dolor, preocupación y limitaciones.
Asumir la enfermedad con valentía, dando un testimonio de Fe, ofrecer los padecimientos a Dios y siempre para Su Mayor Gloria.
He visto muchos casos de vivir la dureza de la enfermedad con Esperanza, con una actitud servicial, poniéndose el último y ofrecer hasta el último hálito de vida sin quejas, reproches sino dando gracias al Señor porque por medio de ella se están haciendo santos.
Porque en el dolor, en el padecer, en el sufrimiento, en la postración en vez de quejarnos y lamentarnos de forma inútil lo que tenemos que hacer es dar Gracias a Dios porque Él mejor que nadie sabe lo que nos conviene en cada momento.
Hoy se celebra el cumpleaños de nuestro querido Diego Martínez Salas que su fue a la Casa del Padre tras una severa enfermedad. El no se achantó y convivió con la misma dando muestras de Amor y de Fe a todos cuantos le rodeaban.
Y seguimos celebrando su cumpleaños aunque no esté físicamente con nosotros porque las personas que son buenas, que se entregan, que hacen su vida un servir constantemente a los demás aunque habiten en la Casa del Padre no mueren nunca en nuestros corazones.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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