Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
¿No os ha ocurrido alguna vez que estáis en un lugar con muchos conocidos y parece que no conoces a casi nadie porque vas descubriendo cosas que no sabías o a lo mejor ni te habías dado cuenta?
Y es que nadie conoce a nadie al cien por cien porque vamos cambiando según pasa la vida ya sea porque las vivencias marcan el itinerario de nuestro propio camino.
Tú has cambiado, Yo he cambiado pero lo que debemos pedir a Dios es hacerlo para mejor porque si no seria una auténtica pérdida de tiempo.
Nadie puede estar anclado en un pasado por muy bueno o malo que haya sido porque no estaría viviendo el tan necesario hoy, el tan necesario presente.
Si yo anclo mi vida en mi ayer o en el ayer de mis padres, de mi familia, no vivo, no progreso, no contribuyo a desarrollar mi propia expansión, mi normal desarrollo como persona.
Somos nuestro ayer y nuestro hoy para si Dios quiere ser la persona que se ha desarrollado en lo humano, en lo personal, en lo profesional, en nuestras relaciones con los demás.
Hay personas que son tan cambiantes que nunca que sabes a que atenerte y otras que son siempre muy iguales y te ofrece esa seguridad de ser siempre el mismo aunque pase el tiempo, en cualquier en circunstancias aunque ellos también cambian como lo hacemos nosotros.
La madurez significa saber adecuar el paso a la vida sabiendo conjugar tu pasado, tu presente para encaminarnos a ese futuro que llegará o no pues nuestro mañana siempre está en manos de Dios y a Él tenemos que encomendar nuestra vida.
¡Y es que el ser humano es tan complicado que solo Dios nos entiende!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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