Buen día nos dé Dios.
Cuando alguien nos hiere en el alma el dolor, la desazón, la tristeza es inmensa porque además produce una grieta que es muy difícil de restañar porque no existe un apósito capaz de hacerlo.
Cuantas traiciones, cuantas palabras mal dichas, cuantos silencios, cuántas miradas furtivas, cuantos desprecios es capaz de albergar nuestros corazones sin desangrarse de puro dolor?
Hay un daño tan grande, una herida tan honda, que no merezca el perdón?
Podremos pensar que así es porque el dolor también nos causa esa clase de miedo que hace no queramos ni perdonar para no seguir sufriendo.
Piensa que ese dolor, ese miedo, nos lleva también a esa clase de soberbia en la que nos decimos a nosotros mismos que quién es ese para hacer lo que nos ha hecho?
A todos nos ha pasado, nos sigue pasando, y preferimos poner "tierra de por medio" y abandonar a tantos que quisimos y tal vez nos quisieron por miedo a sufrir más.
Después cuando la herida se muere por propia putrefacción siempre queda un poso que te hace estar mal que no hubiera pasado si hubiésemos sido capaces de perdonar-olvidar.
El perdonar nos cuesta la misma vida y el pedir perdón incluso más porque supone abajarnos de nuestros pedestales y sentir que somos seres humanos que sentimos dolor, emoción y alegría como el resto de los mortales.
Y sobre todo porque perdonar, también pedir perdón, nos hace ser y estar Feliz contigo y con todos porque nuestros corazones no albergan poso de odio, rencor, soberbia o miedo.
Jesús perdonó a todos los que le hicieron mal y nos enseñó a nosotros también el camino para hacerlo.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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