lunes, 13 de febrero de 2017

13 de febrero. Desde Villaluenga...

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Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
Empezar la semana en Villaluenga es hacerlo desde ese sosiego que inunda el alma y te hace mucho bien.
El empezar la semana en Villaluenga hace que las reflexiones vengan a ti solas con solo alzar la mirada y descubrir como la montaña cambia de color si hace nubes, llueve, hace sol durante el amanecer o ese esplendoroso atardecielo.
Es descubrir todos los días algo nuevo en un lugar en que piensas que ya lo has visto todo.
¿En verdad creemos que hemos visto todo?
Muchas veces nos aseguramos a nosotros mismos que es así, que ya nada nos puede sorprender, que ya nadie está por llegar...
En verdad lo que estamos haciendo es cerrar continuamente nuestra vida a modo de ventana y miramos tras ella desde ese rincón en el que creemos ver sin ser vistos.
Nos falta valor para dar la cara y nos sobra miedo para conocer tanto que tenemos que conocer y que seguro nos hará muy bien en la vida.
¿Qué es difícil cambiar? ¡¡Por supuesto!! ¿Qué cuesta cerrar la puerta de esa casa en la que has estado gran parte de tu vida? ¡Sin lugar a dudas! Aunque algunas veces hay que poner tierra de por medio para conocer más y abrir tus horizontes pues de todos y de todo seguro que sacamos enseñanzas muy provechosas para nuestras vidas.
Mirad, eso me pasó hace 5 años que es cuando cerré gran parte de la historia de mi vida porque buscaba un lugar donde encontrarme bien, ese sitio donde poder sentarme a descansar después de una vida de mucho desgaste y ya ciertamente tocado con la enfermedad.
Dios quiso que llegara a Villaluenga del Rosario a la cual conocí lloviendo, gris pero nunca triste pues la encontré siempre llena de vida y me pregunté como un pequeño pueblo me estaba aportando tanto y una gran ciudad me encontraba solo y un auténtico desconocido aunque hubiera nacido allí.
Los años pasaron y lo hicieron en Villaluenga y en este precioso pueblecito acunado por siempre en las faldas del Caíllo descubrí cosas de la ciudad de donde soy originario que nunca había percibido y lo hice aquí en mi Atalaya, en la montaña donde tan lejos parece que está y lo cerca que lo siento todo.
Ahora más que nunca estoy orgulloso de donde vengo y también de donde estoy...
Sí, mira por la ventana pero que eso no sea excusa para abrir la puerta y salir afuera a vivir y descubrir tanto como Dios nos tiene preparado para cada uno de nosotros.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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