Buen día nos de Dios. Estamos consumiendo las últimas horas de este año que se nos escapa de las manos. El 2013 se despide con frío y con buena cara. Es un año anciano, es un año viejo, es un año que ha dado todo de sí en los que algunos dirán que ha sido bueno, otro regular y otro estrepitoso. Se parece el día de hoy, de San Silvestre, a la de la vida de uno que cuando se es niño se está aprendiendo desde que te levantas hasta que te acuestas, que cuando llegas a la juventud quieres hacer las cosas por tu cuenta y cuando alcanzas la madurez esperas hacer lo que tenga que hacer junto a los demás porque te das cuenta del valor que tiene el otro para enriquecer tu propia vida y cuando llegas al final de tu vida, llena de arrugas y de dolores es cuando sientes frío y malestares y aún así pones la mejor de las sonrisas porque tu misión en la vida es la de apuntalar y ayudar a esas nuevas generaciones que empiezan a florecer junto a ti. ¡No abandonemos a nuestros ancianos! Ellos son la fuente, el poso, de la auténtica sabiduría, con ellos aprendemos hasta callar, con ellos sabemos que la vida es lo que es, que puedes esperar y como puede ir discurriendo. Por más avances tecnológicos, más sapiencia tengamos, más doctos seamos en una o varias materias como la sabiduría de nuestros mayores no habrá ninguna porque ellos son libros de historia que andando pausadamente o sentando en el viejo sillón nos iluminan a diario. Gracias a nuestros mayores se va introduciendo la fe en los más pequeños en un mundo que gira en medio de las agujas de un reloj y que todos vamos luchando contra el cronómetro. Hoy es un día inmejorable para ir y estar con nuestros mayores, nuestros abuelos, padres o madres y disfrutar con y de ellos. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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