Buen día nos dé Dios.
Reconozco que por cada día que pasa me gusta saborear esos momentos donde por medio de la oración, de la reflexión pausada, del discernimiento espiritual, me alejo del mundo para encontrarme conmigo mismo y de esa forma hacerlo a corazón abierto con el mismo Dios.
Reconozco que siempre que estoy inmerso en los claroscuros de mi vida me es más fácil el detenerme, apartarme con prudencia y humildad del camino que transito algunas veces con paso firme y otras con debilidad manifiesta y sentarme en esa roca que aparece ante nuestra mirada cuando te detienes a ver lo que te rodea.
Los claroscuros para una persona de Fe son inmensos regalos del Señor pues nos ofrecen un campo de visión muy amplio, nos abre un horizonte que ni sabíamos que estaba frente a nuestra mirada, nos hace conocernos como en realidad somos, con nuestras flaquezas, debilidades, limitaciones, y también con nuestros dones que no olvidemos son regalos del mismo Dios.
Siempre se ha dicho, con mucha razón, que se aprende más de los fracasos, de los momentos malos, de los padecimientos que del éxito, cuando todo te sonríe, cuando todo son parabienes y felicitaciones. Lo primero enseña, lo segundo hace que te confíes en demasía y acabes perdiendo la concepción de la realidad de las cosas.
Por eso intento cada día de mis días alejarme de todo, incluso de todos, y en ese necesario espacio de tiempo, los claroscuros que iluminan mi vida, rezar, discernir, meditar, prepararme para el necesario, también adictivo, encuentro con la Grandeza del Señor que nunca olvidemos es Amor.
¡Feliz martes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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