martes, 30 de julio de 2019

30 de julio. A sembrar...

La imagen puede contener: planta, césped, exterior y naturaleza

Buen día nos dé Dios.
Jesús nos envía a evangelizar al mundo donde nos encontraremos con corazones ávidos a su Palabra o con feroces lobos con piel de cordero. Jesús nos exhorta a que vayamos a donde vayamos abramos las puertas a Dios y a su Reino para que todos tengan la oportunidad de salvarse, todos puedan conocer al Señor y toda la Grandeza que con Él lleva que nos transforma de dentro para fuera hasta hacernos hombres y mujeres diferentes pues todos caminamos por las sendas Jesús y a en su cayado nos apoyamos.
Dios se hace visible en nosotros, nos convierte y cautiva para siempre para después, cuando ya estamos preparados, abrirnos las puertas e invitándonos a ser discípulos suyo en un mundo siempre demasiado interesado, en un mundo demasiado desconfiado, en un mundo demasiado egoísta.
Pero no nos equivoquemos, nosotros solo tenemos que sembrar con palabras, hechos y testimonio de vida, nuestra misión es arar la tierra, echar el grano y seguir seguir sembrando. Si germina o no, si da fruto o todo lo contrario no es responsabilidad nuestra, tampoco es mérito nuestro, sino de Dios que hace florecer oasis en medio del desierto y hace secar frondosas ramas en plena selva. Dios ve en qué corazón cae su Palabra, como es acogida, como la pone en práctica, si la hace suya o simplemente abandona sus mandatos a la vuelta de la esquina.
A sus sembradores les va ofreciendo nuevos campos, nuevos horizontes, nuevas alegrías y nuevos retos, a los sembradores el Señor corta ramas como a los sarmientos para que den más frutos, para que no se duerman, para que no bajen la guardia, pues la misión es demasiado importante como para rendirse pues con una sola alma que se salve ya habrá dado su fruto toda tu vida.
Por eso os confesaré que si Dios nos dice: ¡Ven! Hay que dejarlo todo, ponerse a servir, para que la siembra sea provechosa y siempre para la mayor gloria del Señor que no la nuestra.
¡Feliz martes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
Jesús Rodríguez Arias

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