Buen día nos dé Dios.
La madurez nos llega con un cúmulo de vivencias que hace miremos a la misma vida de una manera mucho más pausada, mucho más tranquila, como viendo todo venir...
En la madurez ya no nos creemos todo a pie juntillas, ya tenemos que quedar convencidos para apostar por algo, por alguien, pues llevamos demasiadas batallas a las espaldas, algunas ganadas y otras perdidas, como para dejar la piel en banalidades.
En la madurez cuando contemplas un amanecer o una anochecida no solo te quedas con la imagen que se proyecta ante ti pues tus recuerdos traspasan todo cuanto estás viendo.
En la madurez, cuando ya has saboreado la hiel del fracaso y la miel del esfuerzo, no esperas nada de nadie ni de nada sino que acoges todo desde esa templanza que dan las hojas del calendario.
En la madurez sabes bien a las claras quién tienes a tu lado siempre, quienes son los volateros, quienes nunca fueron nada para ti aunque en un momento determinado pudieras pensar lo contrario.
En la madurez valoras más ese abrazo del amigo en el silencio del anonimato que todos los reconocimientos que te quieran hacer porque simplemente interesa en ese momento.
En la madurez valoras más la cercanía, la humildad, la sencillez, la mansedumbre, la bondad, que cualquier rimbombancia de un mundo que tiene a demasiado artificial por día que pasa.
En la madurez sabes que cada día es un inmenso y único regalo, que no hay que pensar tanto en mañana sino en qué puedo hacer hoy, ahora...
En la madurez la Fe se vive desde una pasión madurada, sabiendo que si Amo a Dios también debo Amar a los demás, a mi prójimo, a los que tengo al lado y también frente a mí.
En la madurez sé que ese rato de oración ante Jesús Eucaristía es vivir la gloria aquí en la tierra.
En la madurez valoras de verdad a tus seres queridos que ya no están junto a ti. Comprendes a tus padres, necesitas a tus padres, valoras a tus padres, agradeces a corazón abierto cuanto tus padres, abuelos y todos los que han hecho que seas quién eres sus desvelos hacia ti.
En la madurez aprecias en su verdadera dimensión el Amor de tu pareja, hacia tus hijos, hacia los tuyos, como ese tesoro, único tesoro, por el que vale la pena seguir en la lucha.
En la madurez de la vida vas viendo ese lugar, ese rincón, donde quieres vivir y morir que puede ser tu lugar de origen o ese que el Señor te ha regalado en un momento crucial de tu vida.
En la madurez piensas que tu vida ha sido lo que ha sido, con sus errores, sus fracasos, sus batallas, sus victorias, y todo eso te hace ser tú, te hace ser único y diferente ante todos. En la madurez ya has aprendido que no solo puedes caer tres veces con la misma piedra sino mil veces porque en verdad somos confiados, necesitamos confiar, porque si no la vida es demasiado triste, oscura, individual y lejana.
En la madurez se tiende ser más a ser de distancias cortas, de palabra cercana, de sentir, ver y tocar porque así puedes decir que vives.
Y en esa madurez observando desde su azotea la marisma, ese sol que se esconde cada día diferente, esos versos que salen a latido del propio corazón, esas ondas que cada tarde de siete a diez de la noche nos lleva con su voz melodiosa y radiofónica a un sinfín de vivencias, momentos, circunstancias compartidas en esa Isla que se encarga de abrirnos de par en par. En esa madurez te has convertido en heraldo de ese Oriente que nosotros llamamos Esperanza es la que vives a diario orgulloso de ser quién eres, de tu familia, de tus amigos que siempre son muchos aunque tú bien sabes quién es quién, de tus pasiones...
Muchas felicidades querido Santiago Muñoz Romero, amigo y hermano, en el día de tu cumpleaños que seguro disfrutarás al máximo a tu manera y sobre todo degustando cada instante, cada recuerdo, cada momento, desde esa madurez en la que estamos instalados.
Un honor, un privilegio, el poder tenerte como Amigo.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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