Buenos días Villaluenga.
Buen día nos de Dios.
Este sábado ha amanecido en este bendito lugar con una fina y persistente lluvia que hacía que me impregnara del sabor de lo que es "calor de hogar".
Es necesario el notar ese "calor" porque así tendremos la seguridad de tener un hogar.
El "hogar" del que os hablo no es un espacio o lugar físico sino espiritual que nada ni nadie nos lo puede dar sino Dios en su inmenso Amor y Misericordia.
El "hogar" del que os hablo existe y por el trabajamos todos los días y será el "lugar" que Jesús nos tenga preparado en el Reino de los Cielos. Él cuando ascendió nos prometió a todos los que siguiéramos su plan de Vida que tendríamos una estancia en la Casa del Padre: ¡¡Nuestro hogar!!
Y por llegar al mismo, cuando Dios disponga, asumimos, aceptamos el proyecto que el Señor tiene para cada uno de nosotros utilizando los talentos para que den el ciento por uno cuando nos pongamos ante Su Presencia.
Ese "calor de hogar" se nota en corazón cuando este arde con las cosas de Cristo, cuando escuchamos la Palabra, celebramos la Eucaristía, recibimos los Sacramentos, oramos ante Jesús en el Sagrario o cuando vemos a Dios en los ojos de nuestros hermanos lejanos y cercanos, queridos o no porque todos son hijos del mismo Padre y por tanto nuestros hermanos.
Hoy toca atender los compromisos que tengo adquiridos y sentadito en el lugar de siempre, frente a mi ventana, con la mirada muchas veces perdida en la montaña de mis propios recuerdos, trabajar siempre para mayor gloria de Dios.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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