Buen día nos de Dios. Ofrecer nuestro día al Señor es un ejercicio muy saludable que hacemos mucho cada mañana. Pero, ¿Cuántos estamos dispuestos que Dios intervenga en nuestra vida al cien por cien, transformándola hasta que no se parezca en nada a la que teníamos? ¿Cuántos estamos dispuestos a sacrificar nuestras apetencias, gustos, nuestra realidad para entregarnos enteramente a Cristo y con Él a la misión que tengamos encomendada? Vivir con Dios y para Dios es olvidar tu Yo para que se instaure el Tu, olvidar lo que en un momento nos pueda apetecer por lo que en realidad tenemos que hacer. Aunque no confundamos, la vida con el Señor no es obligación por obligación que cansa y mata la alegría natural, sino pasión y vocación por vivir el día cumpliendo sus mandatos para, poco a poco, ir alcanzado la Vida Eterna. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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