Buen día nos dé Dios.
La verdad es que pienso que por muchos problemas que puedas tener, muchos padecimientos, preocupaciones, dolencias... merece la pena vivir sonriendo a la vida.
Piensa que si todos los días estamos más cabizbajos, más amargados, siempre nos estamos quejando, creando ese mal ambiente entre los que nos rodean estos se acaban cansando pues no aguantan que un día sí y otro también, mañana, tarde y noche estemos quejándonos, envolviendo todo con esa desesperanza, compartiendo penurias a base de quejas y más quejas. Al final, los que nos rodean, intentan seguir estando pero los encuentros se van distanciando.
Porque no hay nada más corrosivo para el ánimo que estar junto a esas personas quejumbrosas, que pueden tener muchas razones para estarlo pero que se olvidan de que los demás existen pues solo se ven a ellas mismas en su inmenso dolor.
En cambio el que afronta todo con paciencia, con Fe, con Esperanza, suele llevar una sonrisa en la cara, intenta no molestar a los demás, aislándose en sus horas de dolor, de sufrimiento, porque lo que no quiere bajo ningún concepto es que las personas más cercanas sufran.
Esto es encarar la vidad desde la amargura o hacerlo desde la Esperanza.
Pero es que se vive más y mejor desde la sonrisa que tiene efectos sanadores y curativos que no solo afecta a quién la recibe sino a quién la porta. La sonrisa ofrece cercanía, ofrece sinceridad, ofrece interés hacia la otra persona, a lo que le pasa, le preocupa...
Os hablo de la sonrisa de verdad, la que se fija en nuestros labios pero que se distingue en la mirada. Hay otras clases de sonrisas interesadas que marcan una mueca en la faz pero que si te fijas en los ojos ves que todo es muy distinto porque en ella se refleja la desconfianza.
Pero el tener esa sonrisa que sale del corazón es muy fácil cuando se ama a Dios, cuando lo tienes presente en cada uno de tus actos, cuando le confías ciegamente que se haga en ti según su voluntad, que maneje los hilos de tu vida porque nadie como Él conoce lo que necesitamos que puede diferir y mucho en lo que circunstancialmente queremos.
Por eso cada día que me levanto y conmigo mis preocupaciones, mis padecimientos, mis dolores, mis sufrimientos también lo hacen la Fe que Cristo que me ha bendecido, el Amor de Dios del que soy depositario, el Perdón como bálsamo para nuestras culpas, la Caridad con la que el Señor nos hace ver con los ojos de los demás y la Esperanza, por siempre Esperanza, que no duerme conmigo pero que me levanta cada día, no es una sensación pero no puedo vivir sin ella, no es un color pero yo siempre la pinto de verde y todo ello, a pesar de los pesares, me hacen sonreír cada día con su noche y mañana.
¡Feliz martes! Y ya sabes: ¡Sonríe!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
Jesús Rodríguez Arias
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