Buen día nos dé Dios.
Imaginaros que hoy estuviera lloviendo, que de puertas para fuera tronara, hiciera un viento imposible y del cielo cayera una inexpugnable cortina de agua. Imaginaros que no tengáis que salir imperiosamente, imaginaros que tenéis que quedaros todo el día en casa. ¿Lo harías?
Muchos son los que me dicen que ellos en sus casas se aburren, que pasar todo el día con su pareja les acaba cansando, que aguantar a los niños es una pesadez porque estos quieren jugar mientras ellos lo que quieren es estar tranquilos. Muchos prefieren salir aunque fuera esté tronando y la lluvia lo inunde todo, prefieren calarse hasta los huesos con tal de escapar de sus casas.
Sí, he dicho bien: ¡Escapar!
Vivimos en un mundo en el que tenemos que hacer tantas cosas, estamos tan obligados con nuestras obligaciones, que cuando cuando acabamos la jornada solo queremos descansar y acostarnos para dormir algo que mañana será otro día. Poco a poco nos aislamos, nos cansa hablar con nuestras mujeres, nuestros maridos, nuestras parejas porque si lo hacemos siempre se acaba terminando por hablar de los problemas, de los de cada uno y también de los sobrevenidos, nos vamos distanciando de los hijos, quienes los tengan, porque no tenemos tiempo para estar con ellos. Nosotros cansados y aislados y los hijos intentando estar con sus padres a los cuales no ven en todo el santo día pues los llevan muy temprano al cole, almuerzan allí y tras salir del mismo van a las actividades extraescolares. Este mundo que nos obliga a dar más de lo podemos también obliga a los niños a no vivir una vida de niños porque también los cargamos de responsabilidades.
Todos tan cansados que solo queremos aislarnos en nosotros mismos mientras nuestra pareja e hijos sufren en gran medida la imposible vida que llevamos.
Este hogar empieza a la larga a resquebrajarse y por eso se hace muy difícil el permanecer en casa, por eso prefieren muchos ponerse perdidos y salir a respirar aire porque en sus casas, las que entre unos y otros han convertido con su falta de generosidad y su exceso de egoísmo, no la encuentran. Casas destrozadas que ya no tienen sabor a hogar donde los hijos son las principales víctimas.
Y es que construir un Hogar es más fácil de lo que parece porque para que este exista solo tiene que utilizarse el único pegamento que une de verdad: ¡El Amor!
El Amor hace que escuchemos a nuestra pareja, conversemos de lo bueno y de los problemas que puedan haber, dos mentes pensando es más fácil para conseguir una solución. Cuando hay Amor se entregan más fácilmente a lo que piden los hijos, el que los tenga, y sacas tiempo dejando el cansancio fuera para estudiar con ellos, compartir aquellas actividades que estén desarrollando o juegas con esa clase de ilusión que tiene el ser humano que nunca deja de ser un poco niño.
El Amor lo construye todo, sin amor nada puede existir ni durar. No olvidemos que el Amor en una pareja es cosa de dos...
Y ese Amor es el que nos regala Dios cada día, el que nos sustenta, el que nos acompaña, el que hace que con generosidad una simple casa se convierta en un verdadero Hogar y que cuando estés en él no quieras ni salir porque este te proporciona sabor y calor al mismo alma.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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