Buen día nos dé Dios.
Si amanece y ves que estoy dormido, déjame descansar...
Si ves que pasa el tiempo y no me levanto, despiértame...
Te ruego me despiertes porque tengo demasiado que hacer aunque mi contribución piense no sirva para nada.
Sí, muchas veces creemos que no somos nada ni somos nadie y que si dejamos de hacer esto o lo otro ni se notará porque en verdad puede que nos lleguemos a creer que incluso no somos necesarios en esta vida.
¡Y lo somos!
Sólo tú puede abrir la ventana y respirar, sólo tú puedes escuchar a esa persona que te ha ofrecido su confianza, sólo tú puedes dar ese necesario consejo a quién lo necesita, sólo tú puedes dar un beso a tu pareja, tus hijos, tus padres, tus seres queridos...
Sólo tú puedes hacer lo que debes, sólo tú sabe lo que necesita tu amigo, sólo tú sabes restañar esa herida con el bálsamo de la palabra justa, del silencio cómplice, de la oración ofrecida.
Sólo tú puedes caminar con tus pies, sólo tú puedes descubrir los mundos que Dios ha puesto para ti, sólo tú puedes enfrentarte a los problemas, padeceres, sufrimientos que te toquen.
Sólo tú puedes sonreír ante esa buena noticia que a nadie compete, sólo tú puedes aconsejar a esa persona que te ha pedido consejo, sólo tú puedes ofrecer tu Amistad como la ofreces.
Sólo tú puedes servir a Dios y a la Iglesia de la manera que quieren ser servidos, sólo tú sabes lo que es vivir desde tu coherencia personal, sólo tú sabes recorrer caminos con tus propios zapatos, sólo tú puede dar lo que alberga tu corazón.
Sólo tú puedes realizar la misión encomendada cada día, la que sea, la que tú sabes, la que debes hacer frente sí o sí porque aunque todos somos minúsculos granos de arena en la gran playa del mundo también somos inmensamente grandes por ser únicos e irrepetibles ya que así nos creó el mismo Dios.
¡Ánimo, que todavía tienes mucho que hacer!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario