Buen día nos dé Dios.
Empieza una nueva semana, la tercera de este mes de noviembre, y habrá que coger las riendas que sean necesarias para llevar hacia adelante nuestra misión de misiones. Hoy lunes, día donde todos estamos algo taciturnos, es puerta de entrada para seguir poniendo nuestro granito de arena para intentar que el mundo sea algo más humano, más cercano, más de verdad.
Hoy me gustaría reflexionar sobre un consejo que me ofreció mi madre hace más de 37 años y que en verdad llevo a la práctica todos los días porque ves que este consejo es verdaderamente vital en tu día a día.
"Oír, ver y callar" en esas tres palabras se resume el consejo que se convierte en una verdad inapelable.
Tres palabras que se compendia lo que es el tener conocimiento de algo o alguien pero no para beneficiarse con el mismo sino para ser útil.
Estamos en una sociedad donde el chismorreo te etiqueta de por vida, una sociedad que te dice qué eres y cómo eres solo por comentarios de terceros que dicen saber de ti porque han visto, han escuchado a otros que hablan de ti. La cadena de chismorreo se corta aplicando la máxima de "ver, oír y callar" así como pidiendo explicaciones al propio interesado y no a esos que llevan y traen lo que en la mayoría de los casos ni has dicho, ni has hecho...
Personalmente os confesaré que de siempre he atesorado la confianza de muchos, he podido oír, he podido ver y por supuesto he callado. Ahí radica la confianza, ahí radica la coherencia personal. Os estoy hablando del terreno humano, personal, e incluso profesional y de otros escalones sociales pero nunca sobre hecho que pueden considerarse delictivos pues si tienes conocimiento de estos simplemente tienes la obligación de acudir a la Justicia para que se imparta la misma si procede.
Pero salvo en estas excepciones de fuerza mayor en lo demás, en tu día a día, en tu devenir diario intenta llevar la máxima de "ver, oír y callar" grabada a fuego en tu forma de ser porque si no lo haces, si caes en la tentación de decir a las personas de tu confianza lo mucho o poco que sabes sobre tal o cual cuestión se puede romper la inexpugnable confianza de la que has sido depositario y al final piensa que el que pierdes eres tú y en verdad creo que no vale la pena.
Atesorar la confianza de otros que han puesto sus pensamientos, sus secretos, momentos de sus vidas, en tus manos ha depositado preocupaciones, anhelos, tristezas, angustias, ilusiones, padecimientos, desengaños, traiciones, porque sabe que tú eres una tumba, que sus palabras y hechos quedan enterrados en el nicho de la verdadera amistad, de la confianza absoluta. Ese "ver, oír y callar" te hace ser una persona fiable, cercana, con vocación humanista amén de buena consejera.
He de reconocer que el consejo de mi madre ha sido y es vital en mi día a día además os confesaré que hago caso de él a cada instante y en cada momento.
Ya sabes: "Ver, oír y callar".
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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