Buen día nos dé Dios.
La muerte siempre va ligada al dolor, al penar, al sentimiento de vacío que es ese hueco que se abre en el alma y no sabes como rellenar.
La muerte siempre nos deja huérfanos sean por la falta de tus padres, hermanos, familiares, amigos y esos conocidos que de tanto verlos también se sienten.
La muerte vista desde el prisma de los que buscan la Fe sin encontrarla o simplemente reniegan de la misma es algo muy triste y desolador pues cuando llega se acaba todo. El ser humano es materia que se descompone y desaparece una vez que el nicho o la tumba se cierra. Por eso la idea de vivir al máximo, ser feliz sin importar como, pues cuando se cierran los ojos adiós muy buenas.
Pero la cosa varía si se enfoca la muerte desde la Fe porque entonces tantos el que se dirige hacia ella como sus familiares y seres queridos la acogen de manera distinta pues saben que ahí no termina la vida sino que empieza lo que es la VIDA con mayúsculas.
El moribundo ve en ese paso final el ansiado encuentro con Dios al que ama sobre todas las cosas, el moribundo sabe que su reino no es de este mundo y aunque se entristece por quienes deja aquí en la tierra ya sabe que todo está dicho y que ya es hora de descansar, el moribundo asimila como el momento más grande de su existencia ese paso tan íntimo como crucial como es el de la vida a la muerte.
Por eso el Señor lo dota de esa clase de paz y serenidad que contagia a los suyos que asumen que la marcha de ser tan querido como lo mejor que le puede pasar, que ha conseguido el fin por el que nacemos: Ir al encuentro de Dios.
Cerrar los ojos a este mundo con la certeza de que ya todo está escrito, que ya es hora de descansar, de ser Feliz. Este sentimiento que une al moribundo y a su familia cuando la Fe nutre sus vidas. Después vendrá el duelo, que hay que pasarlo, vendrá esa sensación de vacío, vendrá el llanto y la inmensa tristeza pero al final también vendrá un sentimiento perenne de gratitud cuando pienses en ese ser querido que murió a la vida para alcanzar la Vida de la mano de Cristo Jesús.
Tememos a la muerte porque amamos demasiado esta vida, tememos a la muerte porque nos da miedo lo desconocido, tememos a la muerte porque nos entristece dejar a quienes amamos pero en verdad la muerte es ese necesario paso que te lleva a esa calle de la Esperanza que te conduce a Dios por medio de la Santísima Virgen.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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