Buen día nos de Dios. Hoy es Martes Santo, hoy es un día de recuerdos, hoy es el día en el que sale en mi ciudad de nacimiento la Hermandad de la Oración en el Huerto de Nuestro Señor Jesucristo donde era un destacado y querido hermano Ignacio Bustamente Morejón. Hoy es blanco y verde de sus túnicas adquieren una tonalidad de luto y de esperanza. Ignacio, junto a otras personas queridas, falleció el pasado mes de julio en el accidente ferroviario de Santiago de Compostela y desde entonces su figura ha desaparecido de nuestras vidas porque él siempre estará en nuestro corazón y nuestros recuerdos. Me voy a centrar en el Misterio por el que él dio tantos años de su vida y que se sintetiza en la profunda oración, obediencia y confianza en el Padre. Jesús cuando oró en el Huerto de los Olivos lo hizo profundamente, con gran dolor que le produjo que de su cabeza brotara sudor y sangre, aquí empieza la Pasión de Cristo, lo hizo confiadamente en el Padre porque sabía que solo Él podría apartar ese cáliz de su vida y lo hizo con profunda obediencia ya que siempre acató los designios de Dios sin rechistar, sin protestar, con verdadera mansedumbre y humildad. ¡Qué lejos estamos nosotros en este sentido! Cuando oramos, ¿Lo hacemos con profundidad, con entrega, con confianza y obediencia? ¿O solo nos encargamos de repetir oraciones aprendidas que no trascienden en nuestro corazón y nuestro espíritu? Es muy fácil rezar de corrido sin darnos cuenta de lo que decimos y lo que nos comprometemos aunque cuando estás a solas con el Señor todo cambia porque tu rezas y Él te contesta y así cambia radicalmente las cosas. Reza, mi querido hermano, con ahínco, como si la vida se te fuera en ello, como si fuese la última vez que vas a poder hacerlo y entonces verás el milagro que hace esta profunda y obediente conversación entre Padre e hijo, entre tú y Dios. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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